Carátula de presentación de mis Cursos de Historia de la Arquitectura

Carátula de presentación de mis Cursos de Historia de la Arquitectura

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Aguascalientes, Aguascalientes, Mexico
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martes, 16 de marzo de 2010

Mi logotipo:
Creado por la diseñadora gráfica Noemí Alejandra González de Loera, mi logotipo captura la esencia de lo que soy y de mis afanes, entre los que se encuentran mi admiración por la cultura del México antiguo, su concepción cósmica y la famosa cruz de los cuatro rumbos, cuyo centro es el ollin (todo lo cual puede apreciarse en el signo + formado por las iniciales de mis nombres y apellidos), pero también por la geometría pitagórico-platónico-euclidiana, base de la racionalidad de Occidente (en particular mi aprecio por las formas cuadradas). También semeja algo la antigua escritura mexicana, pero todo con un lenguaje completamente contemporáneo, que Noemí Alejandra supo captar brillantemente. El redondeo de las letras quiere significar que tengo la voluntad de no ser tan "cuadrado" y que estoy abierto a la espontaneidad, a lo subversivo, a lo inesperado, a ser flexible y a tener apertura y tolerancia hacia las ideas contrarias.

lunes, 15 de marzo de 2010


A propósito del Centenario, un libro en nuestro campo de interés
M.Alejandro Sifuentes Solís
Apenas en octubre de 2009, se presentó en la ciudad de México un largamente esperado libro: el Tomo I del Volumen IV de la magna Historia de la Arquitectura y el Urbanismo Mexicanos, que desde 1997 editan conjuntamente la UNAM y el Fondo de Cultura Económica bajo la coordinación general del Dr. Carlos Chanfón Olmos, cuya sentida muerte le impidió ver los últimos retoños de ese vigoroso árbol que plantó y vio crecer. En esta ocasión, dicho tomo, coordinado por el Dr. Ramón Vargas Salguero, lleva por título “Arquitectura de la Revolución y revolución de la arquitectura”, aunque cabe aclarar que a pesar del nombre, la obra comprende también las realizaciones urbanísticas del período de ascenso, consolidación e institucionalización de eso que llamamos Revolución Mexicana, muy en boga ahora por lo del primer centenario de la gesta.
La obra no carece de méritos, pues se trata ni más ni menos que de la “primera mirada que se tiende sobre el conjunto de la producción de espacios habitables en el territorio nacional de 1917 a 1954” (en palabras de Vargas Salguero); característica ésta nada desdeñable, pues normalmente las historiografías del campo urbano-arquitectónico padecen de un vicio comprensible pero no justificable: el centralismo, a cuya ¿luz? se tejen historias haciendo pasar por rasgos generales lo que en rigor se restringe a ámbitos más estrechos (como los de la ciudad de México y pocos más centros urbanos de “relevancia” en la República Mexicana), que aunque ciertamente importantes, su exagerada ponderación oscurece lo que sucede en los ámbitos rurales y urbanos del resto del país.
Pero además, este tomo añade a estos blasones el hecho de que propone una manera de abordar la historiografía de los espacios habitables de un modo no sólo novedoso, sino también diametralmente opuesto a la tendencia dominante, que sólo enfatiza obras y autores “descollantes” (¿para quién?), ya que incorpora géneros urbano-arquitectónicos poco estudiados por los historiadores, y además en él tienen cabida las realizaciones “no consagradas”, las de la gente común, las de las etnias indígenas, y de muchos otros sectores de la sociedad rural y urbana, al lado de las de la elite, en una visión integral de los procesos de habitabilidad antrópica, categoría que en el libro tiene un lugar teórico central y que constituye el hilo conductor de la historificación de los mismos.
De esta forma, la obra ofrece una visión panorámica de lo que en cada región del país significó la Revolución Mexicana, en términos de la solución de las demandas de planeación urbana y territorial, así como de espacios habitables, de servicios e infraestructuras y equipamientos que los grandes conglomerados obreros, campesinos, clase media y hasta las capas dirigentes y hegemónicas, apasionadamente anhelaban y que quedaron consagradas en la Constitución de 1917.
Dichas regiones, que conformaron los respectivos capítulos, son: Bajío (en la que se integró el estado de Aguascalientes y en donde tuve la honrosa oportunidad de participar como coautor), Centro, Noreste, Noroeste, Occidente, Sur, y Sureste, apartados todos que junto a la presentación, la introducción, el prólogo, las conclusiones metodológicas, las abreviaturas y la bibliografía, conforman esta edición recién salida del horno, que por cierto se presenta en pasta dura (más cara, puesto que su mercado es el mundo) y en pasta blanda (para el mercado del país). Cabe aclarar que en esta aventura participamos alrededor de cuarenta investigadores e historiadores de todo México, más un considerable número de colaboradores en cada entidad federativa.
Lo que las distintas investigaciones arrojaron fue la visión de un país desigual y heterogéneo, en el que las políticas de los distintos regímenes revolucionarios aplicables a los espacios habitables se enfrentaron con resistencias, injusticias e incomprensiones en algunas regiones y estados, mientras que en otros ni siquiera llegaron a implementarse, y en otros tantos contaron con todo el apoyo de las “fuerzas vivas” y de los caudillos y líderes regionales, aliados de las grandes fuerzas dirigentes revolucionarias.
Destacan desde luego tres grandes políticas que se tradujeron en espacios y servicios con los que las condiciones de vida de la población mejoraron significativamente: El Plan Nacional de Escuelas, El Plan Nacional de Hospitales y los Planos Reguladores, además de algunos experimentos socialistas de hábitat obrero y campesino.
En fin, este nuevo vástago de la historiografía urbano-arquitectónica mexicana sin duda dará ocasión para debatir sus ideas, hallazgos, argumentos y evidencias, pues se trata de un ingente primer esfuerzo, necesariamente imperfecto o incompleto por su diversidad y complejidad, pero que ya ha generado retoños más minuciosos, dando continuidad a los esfuerzos del Dr. Chanfón y de un grupo de Doctores en Arquitectura y Urbanismo de la UNAM, que ahora se han integrado en distintas instituciones a lo largo y ancho de la geografía mexicana, cuyo amplio campo visual, independientemente de los inevitables desacuerdos, ha permitido un sustancial ensanchamiento de la frontera del saber acerca de la revolución de la arquitectura y el urbanismo generada al influjo de la Revolución Mexicana.